Léanlos, están buenos!!
de la nakama ita no morí
Desdichado pre ladada
sinuta ato asequí.
Sí, hoy a día eres tú quien papatea todo mi cléstumo, mas a diario me clicheo ya que no puedo piriarte.
He dedecir, que cada trémulo cuando mis ártigas se bombonean ante tí, todo mi récluto cae rendido ante la detergencia de no embalsamarnos.
Has de sabar y he de gritar ¡ODUAAL! Sí, oduaal inmismadamente aún cuando blen y blan se contraen rotundamente.
Ahora bien, despídome con este cróbalo perturbado; con mi dálito clavado, aún con una esperanza: BLOT!, CLINDO!, FLÉCITO!... sí así es lo que siento por tí.
"¡Fulini, fulini enoth culmiani!
... la manfaz perfectimando un mensaje que a destiempo llegará entrepercido: Daría lo que fuera por desbreriturarme en sus extremanturas, por supladecer nuestras hidrosomiantes, por durreplenearme en la luna cóctima de sus aféreas.
Debemos retarcer que lo que vesibamos no es la namalesa misma, sino la namalesa estricada a nuestro mostro de prefijar.
i.- Tu peloluna y mi lunolota desamentan lentinflas en un cielo agraz.
ii.- Gando le ves desde lentun el cosasún te late deprisa, se te enloca el demente, sólo andando tratando de llegar y acercar pronto a él.
iii.- El clamor empieza gando sueña con él, gando el demente se escapa y se refugea en su recuerdo, el clamor es el incienso que rondea su presencia.
Estaba yo aquella tardinoche semicristaluda, en la del centro mesita haciendo un sinparar de acrinolásticos ejercicios de mate cuando ese boludo llegó para fastiar, contando historias acrométricas, por lo cual me desesperé, y le dije que de mi casa saliera, creo que de nuestro amistad fue un buen parafinal.
Estólico observaba las teraleras crecilatias y no podía viderear el apuretón ni el nester.
Los pimis se ponen fefos durante el grilfo.
La bagatela aciclópica distallante sonora temblaba en el extremo de mis cordelionas manos, interrogándose sulturantemente, anhídrido balcánico del estribato.
No puedes acontar siempre lo que merquez, pero si huimas, algunas veces tú acontas lo que kulkumas.
Fantdanzando muy algebios van los Chidis muralueños, gritocortos y pintones pa'que Méndez les de premio.
Cada vez que sientas los esproemios del merpasmo, pero con sobrehumética agopausa al caer en hidromusa, procura usar condonio.
Sin embargo, el aelo no fisca de color aton, tal vez surtando el fresco en mis arnudos, berso la candidez de las umbras, tal vez néquito de banel un poco más, mientras sigo encrestoniando que surto al compás.
Montado sobre un hermoso par de carinias, sueño con alcanzar el infinito.
Sintiendo desfilar entre mis languinos las suaves gunfias, que al merpasar quejumbrozamente los orfenulios, se deleitan llenas de culpa; al caer al infinito a deshora, ordopenándose de placer.
Interegraban amatrizoides potentosos para descujebrar verdas y veredades que los encicolobraran en el pristerísimo esposto; FlipitiFlap.
Él la alamaraba hasta el dulivio, sobre todo cuando le aludalaba la noiesis.
Qué trisclama que no pueda amalarte el noema.
Se cruzan las cuencas en una racriada y las entreternadas se fucionaban en una llamarada de saliva, donde una lenguetia rosa buscaba su compañía.
'Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe;
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.
Era la parrillhora y los flexiosos tovos
en el cesplejos giroscopiaban, vibrhoradaban.
Frivoserables estaban los borogovos
y los verchinos telehogariados relinchiflaban.
(primer párrafo del poema Jabberwocky, la traducción es de Ulalume González de León)
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.